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La sexualidad es la calidad del sexo, es decir, la vivencia que tenemos de ser hombre o mujer. Se trata de algo difícil de definir, tiene que ver con tu cuerpo, con tu estado de ánimo, con tus ideas, con tus emociones, con tus vivencias, con tus modos de relacionarte,… Es el concepto abstracto que engloba tu particular y peculiar modo de ser sexuado. Tu peculiar e intransferible masculinidad y/o feminidad.
No hay que confundir sexualidad con reproducción. La reproducción es sexualidad, pero también lo es: la identidad, la convivencia, el placer, el deseo y el amor.
La sexualidad tiene que ver con los cuerpos, los deseos y los placeres. No te dejes limitar por los genitales, los coitos o los orgasmos. Con frecuencia los genitales nos impiden ver el sexo.
La sexualidad humana, además de su finalidad primera (producir diferencias y diversidad), cumple otras tres funciones. Sirve para gozar, para reproducirse y/o para relacionarse.
Es importante conocerse, aceptarse y expresarse en coherencia con el chico o la chica que eres.
Es un valor sentirse mujer y lo es sentirse hombre. En tanto que lo uno o lo otro, anhelamos a personas que también son hombres o mujeres. En homo, en hetero o en bi.
Conócete y conócele. Quiérete como eres y quiérele como es. Acéptate en tu diversidad y acéptale en la suya.
Desde la Sexología, el sexo es el resultado de una serie de procesos biológicos y aprendidos que, durante toda la vida, nos construyen como seres sexuados, como hombres y como mujeres. A estos procesos, les denominamos sexuación.
Y decimos hombres y mujeres (y no hombres o mujeres), porque en realidad no existe el hombre puro, ni la mujer cien por cien mujer. La sexuación transforma a todas las personas en hombres y en mujeres. Es un proceso muy complejo, que se extiende desde la concepción hasta la muerte y que abarca millones de características. A este fenómeno le llamamos intersexualidad, la cualidad que tienen todas las personas de tener características de ambos sexos.
Imagina que cada una de estas características (por ejemplo, cuánto vello tenemos en el cuerpo, si llevamos calzoncillos o llevamos falda, si nos gusta el fútbol o la cocina, si nos gustan los hombres o las mujeres, si nos orientamos mejor con un mapa o preguntando…) fuesen ladrillos que se usa para construir una pared.
Cada ladrillo sería un lienzo en blanco, que se irá pintando de un color hacia el azul o hacia el rosa más fuerte (y sabemos lo capcioso de usar estos colores, pero es más fácil explicarlo así).
Los ladrillos empiezan siendo biológicos y los genes y hormonas los van pintando (sexuando) hacia lo azul o lo rosa. Pero la mayoría se aprenderán, y se pintarán (sexúan) por lo que nos enseñan (nuestra propia experiencia, nuestra familia, nuestros amigos y amigas, lo que vemos en TV, etcétera).
Poco a poco, y durante toda la vida, las características (los ladrillos) construirán un sexo (una pared). Es decir, las paredes, vistas en cojunto, se verán como azules o rosas, como la mayoría de personas se identifican -y las identifican- con uno u otro sexo. Sin embargo, en cuanto prestas atención al detalle, a los ladrillos, en todas las paredes hay características de ambos colores. Vamos que todas las personas tienen características masculinas y femeninas.
Entre todas y todos, acordamos que ese azul suelen ser características masculinas y ese rosa, características femeninas. Pero esta idea cambia en función de la historia, la cultura, la biografía de cada persona y nunca es estable. Por ejemplo, en la España de los años 40 y 50 era impensable que una mujer llevara pantalones (vamos, que una pared “rosa” tuviera ese ladrillo “azul”).
Siguiendo con ejemplos, una persona que tiene poco vello en el cuerpo, diremos que tiene ese ladrillo de un color rosa; si tiene mucho vello en el cuerpo, de un color azul; y si tiene una cantidad moderada de vello, diríamos que tiene el ladrillo de un color morado.
No es sencillo. Son muchas características, que pueden tener muchos niveles y combinaciones (por ejemplo, el tamaño y altura de los huesos, la proporción de grasa corporal y masa muscular, el timbre de la voz, etcétera). Muchas características (por ejemplo, cómo expresamos nuestras emociones, qué películas nos gusta ver en el cine, la cantidad de detalles que aportamos al hablar) dependen de todo lo que hemos aprendido y de lo que demanda una situación específica.